DETRÁS DE UNA LATA DE ATÚN
- Camilo Martínez Martínez

- 28 jul 2021
- 7 Min. de lectura
Detrás de una lata de atún se esconde una de las historias más insólitas que ocurren en el océano, cuyos protagonistas son los atunes, delfines y pescadores. En este relato, probablemente usted que lee estas líneas, también tiene un rol determinante porque lo que narraré a continuación sucede para que a su mesa llegue una porción de atún.
Recién graduado como biólogo marino (hace más de una década) tuve la oportunidad de trabajar a bordo de barcos atuneros como Observador de Fauna Marina (OFM); cargo con la responsabilidad de controlar que las actividades de pesca cumplan con las normas nacionales e internacionales para la protección de la fauna marina, especialmente las relacionadas con la conservación de los delfines.
Recuerdo la emoción que sentí al embarcarme en un crucero por primera vez, la expectativa de conocer la fauna del Océano Pacífico Oriental (OPO) y la incertidumbre de la fecha en que retornaría a tierra. En ese momento, llenar un barco con atún podía tardar entre un mes y medio y tres meses -mi crucero más largo fue de casi cinco meses-.
Los barcos en que navegaba forman parte de la flota pesquera más industrializada de Colombia. Son buques de aproximadamente 50 m de largo con la capacidad de cargar entre 1000 y 1500 toneladas de atún; 20 tripulantes a bordo; radares para detectar aves, que como nosotros también pescaban; sistemas de radio y satelitales para rastrear dispositivos agregadores o estructuras artificiales utilizadas para atraer peces; lanchas rápidas para perseguir delfines, y un helicóptero con el que se explora incesantemente el océano (Figura 1).

Figura 1. Buque y helicóptero de la flota atunera colombiana.
Foto Camilo Martínez
En este momento, quizás usted se pregunte qué tienen que ver los delfines con esta historia. La respuesta está en que los delfines, especialmente los delfines manchados (Stenella attenuata), y en menor cantidad los delfines tornillo (Stenella longirostris) y los delfines comunes (Delphinus delphis), son compañeros frecuentes de los atunes aleta amarilla (Tunnus albacares) en sus migraciones a través del océano. Los pescadores han aprovechado la asociación atún-delfín por décadas, pues los delfines, que necesitan respirar en la superficie, son fáciles de detectar y pueden ser direccionados y acorralados en superficie, mientras que bajo el agua los confiados atunes los siguen [1] (Figura 2).

Figura 2. Atún aleta amarilla (Tunnus albacares).
Foto Camilo Martínez.
Esta asociación es más común en el Océano Pacifico Oriental Tropical que en otras partes del océano y las razones por la cuales se da, ha intrigado a los científicos durante largo tiempo [2, 3, 4]. Varias hipótesis sobre este comportamiento se han barajado; sin embargo, las dos principales son: 1) una o dos especies pueden obtener beneficios alimenticios al cazar unidos, los atunes favoreciéndose de la ecolocalización de los delfines, y los delfines de la mayor capacidad olfativa de los atunes; 2) una o las dos especies pueden reducir el riesgo de ser capturadas por predadores como tiburones, orcas (Orcinus orca) y falsas orcas (Pseudorca crassidens). A un predador le queda más difícil seguir a una presa dentro de un grupo grande, y además puede ser detectado con mayor facilidad entre más individuos estén vigilando [5].
Una faena de pesca de atunes con delfines transcurre cuando un buque encuentra una manada con atún. Pueden pasar semanas antes de que esto suceda. A los delfines los delata su chapoteo al saltar, que se puede avistar a más de cuatro kilómetros desde el puesto de vigía del buque y mucho más lejos desde el helicóptero (Figura 3). Desde la aeronave, los atunes se ven reflejando la luz del sol con hermosos destellos. Si los pescadores calculan que hay al menos 15 toneladas de atún, vale la pena realizar la faena de pesca.

Figura 3. Manada de delfines comunes (Delphinus delphis) fotografiados desde los binoculares de un buque atunero.
Foto Camilo Martínez.
Las lanchas rápidas caen al agua (Figura 4). Sus potentes motores las hacen saltar estrepitosamente cuando el mar está picado. Desde el helicóptero el capitán lanza bengalas a los delfines y da instrucciones a las lanchas para fraccionar la manada, acercarla al buque y lograr capturar la menor cantidad de cetáceos con la mayor cantidad de atunes. Cuando los delfines están cerca al barco se suelta una red de unos 900 m de largo por 200 m de profundidad que encierra a los animales. La primera vez que vi estas maniobras vertiginosas, se mezclaban en mí el asombro y la angustia de sentir que la vida de más de 1000 delfines atrapados en la red, era en parte, mi responsabilidad.

Figura 4. Lanchas rápidas de la flota atunera.
Foto Camilo Martínez
Después que los atunes y delfines están atrapados, tres cuartas partes de la red se recogen y la maniobra de retroceso inicia. El barco retrocede halando la red para que esta se hunda en un segmento, y los delfines puedan salir del encierro. Al mismo tiempo, unos marineros nadan y bucean entre miles de atunes, delfines y otra fauna marina, arriesgando su pellejo para sacar los mamíferos atrapados en la red (Figura 5).

Figura 5. Delfines manchados (Stenella attenuata) atrapados en la red
Foto Camilo Martínez
La comisión Interamericana del Atún Tropical (CIAT) asigna Límites de Mortalidad de Delfines (LMD) a los países firmantes del Acuerdo sobre el Programa Internacional para la Conservación de los Delfines (APICD). Este programa regula el uso de la certificación y etiqueta Dolphin safe, el cual sirve para que los consumidores identifiquen las latas de atún que se pescó sin mortalidad de defines (Figura 6). Para Colombia, en el 2018 el LMD fue de 570 delfines, es decir que ese año cada uno de los 12 buques atuneros del país que pescan sobre delfines pudo reportar máximo entre 47 y 49 delfines muertos [6]. Verificar que estas cuotas no se excedan es una de las principales labores de los OFM, como lo era yo.

Figura 5. Etiqueta Dolphin Safe con la que se marcan las latas de atún que ha sido capturado sin mortalidad de delfines.
Foto Camilo Martínez
Desde la aparición de los primeros buques que pescaban atún asociado con delfines en 1957, murieron grandes cantidades de cetáceos en las redes. Los datos eran muy escasos, las estimaciones oscilaban entre 350 000 a 5 millones de delfines muertos al año. Solo hasta 1972, se obtuvieron datos más exactos cuando se creó la Ley de Protección de Mamíferos Marinos (MMPA) en Estados Unidos y se empezaron a embarcar OFMs en la flota estadounidense, responsable en ese entonces de casi toda la pesca de atún con delfín. Entre 1972 y 1976, la mortalidad de delfines en el Océano Pacífico era de unos 110 000 a 150 000 delfines al año [7]. Desde ese entonces, debido a la presión de grupos ambientales, acuerdos comerciales y las medidas establecidas en el APICD, la mortalidad se ha reducido considerablemente (Figura 7). En 1979 se reportaron 21 331 delfines muertos en el OPO y en el 2010 1170 [8].

Figura 7. Mortalidad incidental (accidental) de delfines en la pesquería de atún en el Océano Pacífico Oriental (OPO) reportada por la CIAT entre 1985 y 2017. Gráfica tomada de: https://www.iattc.org/DolphinSafeSPN.htm
Si murieron mamíferos en mi primera faena de pesca no lo sé, mis ojos inexpertos apenas lograban captar una fracción de todo lo que ocurría. Lo cierto es que la tripulación hacía todo lo posible para liberar a los delfines (Figura 8), pero también para evitar que el biólogo a bordo pudiera ver en superficie los que morían.

Los buzos se encargan de hundir los cuerpos sin vida bajo la red a varios metros de profundidad. Por este y otros sesgos, les aseguro que la mortalidad reportada siempre será menor que la real.
Figura 8. Un marinero saca del encierro a un delfín manchado (Stennella attenuata)
Foto Camilo Martínez
Después de mi primera faena de pesca participé en cientos más a lo largo de tres años que trabajé como OFM. La captura con delfines es solo uno de los métodos de pesca de la flota atunera, pues también pueden pescar cardúmenes que se encuentran solos o asociados con objetos naturales o artificiales (dispositivos agregadores de peces) que siembran los pescadores en altamar.
No obstante el innegable impacto de la pesca de atún sobre las poblaciones de delfines, la realidad es que los otros métodos son más perjudiciales. Cuando se pesca atún con delfines la captura de otras especies es reducida, ya que el atún es de tallas grandes y se hacen grandes esfuerzos por liberar a los cetáceos. Mientras que, cuando se pesca sobre objetos flotantes o cardúmenes sueltos caen muchas otras especies como tiburones, mantarrayas, y en ocasiones, toneladas de atún de tallas pequeñas que no son comercializables y que se desechan sin vida al mar (Figura 9).

Figura 8. Tiburones muertos incidentalmente en una pesca sobre objetos flotantes y que fueron desechados.
Foto Camilo Martínez
Los programas de OFM y el esfuerzo de los biólogos a bordo y de los pescadores, son cruciales para disminuir la mortalidad de delfines y proteger especies como tortugas y tiburones, además para obtener datos de las poblaciones de peces. Sin embargo, confieso que, con el paso del tiempo, la emoción de embarcarme en estos cruceros se fue opacando con la sensación de convertirme en una ficha más de una industria que tiene concesiones excesivas contrastadas con los impactos que generan. Había sanciones que no se aplicaban como era debido; existía permisividad en la matanza y deshecho de atunes de tallas pequeñas y otras especies capturadas incidentalmente; y no era posible aprovechar y compartir datos de relevancia científica. Estos eran algunos de los aspectos que no me hacían sentir satisfecho con los alcances de mi rol en estos buques.
La fauna marina, no solo la que consideramos parte de los recursos pesqueros, pende de una intrincada red de esquemas del mercado nacional e internacional, políticas pesqueras, tecnologías, hábitos alimenticios y nuestras percepciones culturales. Todos tenemos que ver con lo que pasa en los océanos, y por eso, espero que usted recuerde esta historia la próxima vez que compre una lata de atún.
Bibliografía
1. Perrin. W.F. (1969). Using porpoise to catch tuna. Wildlife Fisheries 18 (6). 42 - 45
2. Au. D.W.K., Perryman. W.L (1985). Dolphin habitats in the eastern tropical Pacific.
3. Au. D.W.K., Pitman, R.L. (1986) Seabird interactions whit tuna and dolphins in the eastern tropical Pacific. Condor 88. 304-317
4. Ballance. L.T., Pitman. R.L. Fieder, P.C. (2006) Oceanographic influences on seabirds and cetaceans of the eastern tropical Pacific. A review Progress in Oceanography. 69:360-390
5. Scott, M. D., Chivers, S. J., Olson, R. J., Fiedler, P. C., Holland, K. (2012). Pelagic predator associations: tuna and dolphins in the eastern tropical Pacific Ocean. Marine Ecology Progress Series. 458: 283–302.
6. AUNAP - Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca. (2017). Resolución 2657 de 2017
7. Joseph, J. (1994). The Tuna-Dolphin Controversy in the Eastern Pacific Ocean: Biological, Economic and Political Impacts. Ocean Development and International Law. Volume 25, pp 1-30
8. CIAT - Comisión Interamericana del Atún Tropical. (2015). Informe Anual de la
Comisión Interamericana del Atún Tropical del 2010. Pp 245.


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